Hace unas semanas que terminó el VIII Congreso Evangélico en Madrid, y es curioso como varios de los ponentes se pusieron de acuerdo en remarcar algo que parecería innecesario para un cristiano: es imprescindible volver a la Biblia.

Jaume Llenas, de la Alianza Evangélica nos dejó dos frases que aún me resuenan vivamente. En la primera nos recordaba que, a lo largo de la Historia, los cristianos han perdido de vista el Libro de forma cíclica, y en todas esas ocasiones las consecuencias han sido desastrosas.

La segunda es aún más determinante: “nada provoca más muertes que alejarnos de la Palabra de Dios”.

Muertes por odio, por arrogancia, por envida. No tenemos más que echar un vistazo a la prensa, pero esto es solo la punta del iceberg porque, por supuesto, también provoca una auténtica pandemia de muerte espiritual.

Por eso, hoy me gustaría que meditásemos en las palabras iniciales del libro de Josué.

 

No había motivos para la alegría

El versículo 1 nos pone en antecedentes. Moisés, la persona que había representado la presencia de Dios en medio del pueblo, acababa de morir.

Cierto que otras personas había compartido con él la responsabilidad de impartir justicia entre el pueblo, pero él había sido la guía de Israel durante 40 años.

Cuando había problemas graves, cuando faltaba el agua o cuando había que moverse, era a Moisés hacia donde se volvían todos los ojos.

Y ahora, quien abrió el mar Rojo ante el pueblo, quien accedió a la presencia de Dios para traerles las Tablas de la Ley, ya no estaba y, encima, en el versículo 2, Dios les ordena que se metan en la misma boca del lobo.

 

Dios les hace volver la mirada hacia Él

Entonces, en los siguientes 3 versículos, Dios le hace levantar la mirada a Josué, desde su propia impotencia hacia la grandeza de Dios. “Yo os he entregado, como había dicho a Moisés…” y “Como estuve con Moisés, estaré contigo…”

Cierto que Moisés había hecho proezas, pero solo fueron posibles porque era Dios mismo quien las había ejecutado. Moisés no tenía poder por sí mismo, sino porque Dios estaba con él, o mejor dicho, porque Moisés caminaba con Dios.

Por eso, en el versículo 6, Dios le pide a Josué que no tema, sino que se esfuerce y sea valiente, y le garantiza a Josué que llevará adelante la tarea encomendada, que podrá conseguir el sueño de volver a recuperar su Tierra Prometida.

 

La Condición

Ahora bien, en los versículos 7 y 8 Dios le pone una condición para que esta promesa pueda ser cumplida: mantenerse fiel a la ley que Dios les había dado.

No le pide que se ejercite para la guerra, no le pide que sea un líder enérgico, le pide que se esfuerce y sea valiente “para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.”

No hay otra condición. De hecho se lo vuelve a remarcar en el versículo 8: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”.

 

La Confirmación

En el versículo 9 vemos cómo nuevamente Dios hace que Josué vuelva la mirada hacia el mismo Dios. No te canses, no te rindas, confía en mí. Yo estaré contigo en cada momento. No importa lo que veas o cómo te sientas: la salvación viene de Dios.

 

Conclusión

Josué, y todo el pueblo de Israel, estaban enfrentado uno de los mayores retos, entrar en la Tierra Prometida, y estaban viviendo la mayor de las crisis, la pérdida de Moisés.

Ellos pensaban que era esta persona quien les daba seguridad y estabilidad, sin embargo pudieron comprobar que no era así. Era Dios mismo quien les estaba cuidando, y mientras ellos fueran fieles a la Palabra de Dios, Dios estaría con ellos.

Quizá hoy has perdido a tu Moisés. Puede ser la salud, las fuerzas, la visión, el estatus o tantas otras cosas que creías que eran las que te permitían conseguir grandes logros o, simplemente, que eran la base de tu presunta seguridad.

Sin embargo, Dios nos muestra que Él es el verdadero sustento y la verdadera base de nuestras vidas. Y no hay otra forma de conocerle que a través de su Palabra, de ahí que sea tan importante conocer la Biblia y compartir el Evangelio.

Por ello, no tengas miedo, sino vive la Palabra de Dios, vive en su voluntad con esfuerzo y coraje. Él hará el resto.

 

Imagen de portada por David Numeritos en Flickr (CC)

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