Cuando se presenta el Evangelio es fácil confundir esperanza con ilusión, y es que aunque parezcan conceptos similares no lo son en absoluto.

 

Es interesante ver las páginas web de muchas iglesias.

Si te fijas verás que muchas están llenas de imágenes coloridas de personas alegres, familias felices y gente cantando.

Asimismo, los contenidos que definen a la congregación suelen hacer referencia a personas que disfrutan continuamente de sus relaciones, victoriosas y que caminan por un mundo de felicidad.

En contraposición, las imágenes «del mundo» suelen ser más grises y llenas de tristeza.

Tal pareciera que la Iglesia sea un lugar fuera de este mundo y que los cristianos estén fuera de la influencia de los problemas y las dificultades.

Y no seré yo quien diga que los cristianos no pueden (y deben) ir de victoria en victoria de la mano de nuestro Señor, pero lo que sí digo es que obtener una vida cómoda y sin problemas no es lo que nos ofrece la Biblia.

Por contra, Jesús nos advirtió que, precisamente por ser cristianos, íbamos a pasar momentos muy difíciles en nuestra vida. Pero nos dejó un mensaje de esperanza: Él venció.

 

La ilusión tiene que ver con el deseo

¿A quién no le gustaría que alguien le resolviese todos sus problemas? Y especialmente cuando llevas años luchando, como diría Hamlet, contra un piélago de calamidades.

Ello hace que atraer a la gente con mensajes del tipo «ven y todo se resuelve» sea sencillo, especialmente a la gente que no está dispuesta a mover un dedo por mejorar su propia vida y una propuesta de este tipo es algo que no puede dejar escapar.

Pero presentar estos conceptos en tus contenidos, en tu web o en tus mensajes de evangelización es muy peligroso por dos motivos.

Primero porque estás creando una expectativa que, en muchos casos, no se va a cumplir, vas a dejar a Dios por mentiroso y la gente se acabará marchando desengañada.

Segundo porque vas a alejar a las personas que están pasando por verdaderos momentos de dificultad, ya que los haces sentir aún más miserables.

¿Recuerdas el pasaje que dice aquello de «El que canta canciones al corazón afligido es como el que quita la ropa en tiempo de frío, o el que sobre el jabón echa vinagre» (Proverbios 25:20)? Pues eso.

Además, este tipo de mensajes no acaba alcanzando la necesidad real de la persona, sino sus deseos

Y vivir una vida fácil puede ser muy deseable, pero no forma personas maduras sino personas infantiles y caprichosas.

 

La esperanza tiene que ver con la fe

Por contra, la esperanza no tiene nada que ver con alcanzar una vida de ensueño y sin problemas.

La esperanza surge, precisamente, cuando pasamos por situaciones que escapan a nuestro control.

Por ello, la verdadera esperanza es consciente de la situación real. No niega las dificultades externas ni niega las limitaciones propias.

Sabe que, en muchos casos, las posibilidades de éxito son prácticamente nulas.

Sin embargo, el mensaje de esperanza del Evangelio nos hace poner nuestra mirada en Dios y nos anima a esperar y confiar en Él.

Nos hace ver que aunque pasemos por dificultades Dios siempre estará a nuestro lado.

Que Él tiene la capacidad de cambiar las circunstancias en cualquier momento, si ello es conveniente para nuestras vidas, y que, en cualquier caso, Él nos ofrecerá siempre su paz, su consuelo y su fuerza.

El resultado final de ofrecer un mensaje basado en una esperanza verdadera es que llegará a las personas que están dispuestas a aceptar el reto de la fe.

Por ello, cuando presentes el mensaje del Evangelio y sus efectos, en la forma que sea, huye de contenidos basados en ilusiones y centra tu mensaje en la verdadera esperanza y en la verdadera libertad.

 

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Imagen cortesía de Carlos ZGZ en Flickr (0)
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