Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. (1 ª de Corintios 1-5)
Cuando se pone el foco en la utilización de Internet en el proceso de la evangelización pensamos rápidamente en crear contenidos persuasivos que atraigan a las personas hacia nuestra web o a nuestros perfiles.
Crear contenidos que hablen de las ventajas de conocer a Cristo o de las terribles consecuencias de rechazar su ofrecimiento de gracia.
Sin embargo, no es solo esto lo que hacía Jesús.
Él no solo decía «tus pecados te son perdonados», Cristo abrazaba al pecador. No solo hablaba, sino que vivía sus palabras.
Por eso, cuando Jesús hablaba la gente decía de Él «que hablaba como quien tiene autoridad».
Cuando compartas el mensaje de Cristo en tu web o en tus redes sociales, no escribas sobre aquello que no vivas, porque tu mensaje sonará vacío. Especialmente si después de leerte o escucharte acuden a tu congregación y te conocen.
Pero lo peor de todo es que aunque consigas llegar, tú te habrás quedado sin recompensa.
Comparte las palabras de Dios que tú estás viviendo. Quizá no sean muchas, pero serán usadas por el Espíritu Santo con poder para cambiar las vidas de muchos.
Fotografía por Zac Durant en Unsplash