Para nuestra sociedad el Evangelio se ha convertido en un mensaje irrelevante.

El arte, la política, el mundo social arrinconan al Evangelio como un mensaje sin valor para el día de hoy.

A lo sumo se le concede un cierto valor poético o ético, e incluso muchos le niegan valor histórico.

Ahora bien, ¿no será que nosotros hemos hecho irrelevante el mensaje?

La «vieja Europa»

En una Europa que se percibe más laicista, agnóstica y desconectada de Dios es curioso ver un cierto despertar hacia lo espiritual.

Sin embargo, esa espiritualidad se profundiza por derroteros alejados del cristianismo.

Si hablas de mindfulness o de meditación todos te escuchan con los oídos más o menos abiertos.

Sin embargo, al igual que a Pablo en el Areópago, en cuanto mencionas a Dios se empiezan a alejar meneando la cabeza.

¿Aquello sí vale para saciar su espiritualidad y el Evangelio no?

La proclamación “clásica” del Evangelio

Durante muchos años, la proclamación clásica del Evangelio viene definida por las conocidas como 4 leyes espirituales, a saber:

  1. PRIMERA LEY: Dios te AMA, y tiene un PLAN MARAVILLOSO para tu vida.
  2. Porque (SEGUNDA LEY): El hombre es PECADOR y está separado de Dios; por lo tanto no puede conocer ni experimentar el amor y el plan de Dios para su vida.
  3. TERCERA LEY: Jesucristo es la UNICA provisión de Dios para el pecador. Solo en Él, puedes conocer el amor y el propósito de Dios para tu vida.
  4. CUARTA LEY: Debemos RECIBIR a Jesucristo como Señor y Salvador mediante una invitación personal; entonces podremos conocer y experimentar el amor y propósito de Dios para nuestras vidas.

(Y conste que estoy de acuerdo con el razonamiento aquí expresado).

Durante años esta estructura básica ha funcionado, la cuestión es que la sociedad ha cambiado y nuestra forma (que no el fondo) de presentar el mensaje de salvación no lo ha hecho.

Me explico. De una sociedad profundamente conocedora del trasfondo cristiano hemos pasado a una sociedad profundamente laicista en el que el conocimiento del Evangelio brilla por su ausencia.

De hecho, no suele ser infrecuente que entre los más jóvenes el conocimiento sobre la figura de Jesús se limite a un “¿ese es el de la Navidad?” (Y tampoco es raro que los más pequeños te digan que la Navidad es el cumpleaños de Santa Klaus).

Conceptos como Dios, Salvación o Vida Eterna no son valorados, en primera instancia, por personas que consideran que la vida se acaba con la muerte. Por si fuera poco, otros conceptos bíblicos como Pecado, Sometimiento o Santidad son mal entendidos.

De tal modo que sienten que el mensaje así presentado no resuelve ninguno de los problemas de su vida.

No ven una relación entre sus necesidades y el Evangelio que les mostramos. La consecuencia de todo ello es que el Evangelio se vuelve irrelevante a sus ojos.

Es por ello que al presentar el maravilloso Mensaje de Salvación lo habitual es encontrar más desprecio o indiferencia que oposición frontal.

La proclamación del Evangelio por Cristo

Así que miremos al Evangelista por excelencia, Cristo, y aprendamos de Él.

Y no, la respuesta no es ir gritando «el Reino de los Cielos se ha acercado».

Entonces, ¿cómo lo hacía Jesús? Lo cierto es que Jesús nos dio la clave cuando reprendía a los fariseos.

No se trata de hacer prosélitos, sino de atraer y salvar a otros de las garras de la muerte.

Los fariseos convencían con argumentos a fin de ganar adeptos a su causa. Jesús se preocupaba por las personas para mejorar su vida y atraerlos con cuerdas de amor.

Fijémonos en el caso de la mujer a la que querían lapidar (Evangelio de Juan 8:1-11). Jesús aprovechó la situación para hacer un alegato sobre la vida de santidad, sin embargo lo hizo de tal modo que engarzó con la necesidad de la mujer de evitar la lapidación.

Así, primero resuelve la necesidad sentida por la mujer, y esta puede ver que Cristo se preocupa por ella, que no ha venido para condenarla. De este modo, al terminar el pasaje, cuando Él realiza el llamado al arrepentimiento, le puede decir “Vete y no peques más” de una forma que ella lo entienda y acepte.

Otro pasaje ilustrativo es el caso del paralítico traído por sus amigos y bajado desde el techo (Evangelio de Marcos 2: 1-12).

Jesús comenzó diciendo “tus pecados te son perdonados”, y ahí nos solemos quedar nosotros. Sin embargo, para demostrar el poder y el amor de de Dios hizo algo más: se interesó por su problema físico y lo sanó (esto ya nos cuesta más).

De hecho, era habitual que Jesús interrumpiera su predicación para acercarse a la gente y llamarles para interesarse por su necesidad.

Así, primero se acercaba, les escuchaba, les ayudaba en su necesidad y luego les mostraba la relevancia del Evangelio para sus vidas.

Con ello demostraba el poder de Dios, y también lo hacía para demostraba el amor de Dios y para mostrar que el Evangelio es un mensaje integral que afecta la vida espiritual, pero también la física y la emocional.

Diálogo frente a Discursos

Y es que la gente está cansada de discursos, de mensajes vacíos y de propaganda. Está cansada de personas que se acercan a ellos, les colocan su mensaje y se van. Está cansada de ser vista como adeptos, votos o simple masa.

Las personas quieren sentirse únicas, que las escuchen, que las tomen en cuenta, que las ayuden a resolver su necesidad.

Por ello, la Evangelización debería ser vista más como un diálogo que como un discurso.

Primero escuchar y luego actuar de modo que se muestre que el Evangelio SÍ es relevante para su necesidad así como también lo es para el resto de su vida. Entonces sí, entonces llamar al arrepentimiento.

Ahora nos toca pedir a Dios sabiduría y creatividad para encontrar las formas que nos permitan abrir esos puentes de diálogo con las personas, de modo que puedan ver que el Evangelio es el mensaje más importante para sus vidas.

Entonces es cuando podremos decirles: “vete y no peques más” y lo entenderán.

 

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Imagen de portada (triste) por JosEnrique en Flickr
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