¿Qué es lo primero que te viene a la cabeza cuando estás preparando un programa? Yo normalmente pienso en el contenido, lo que quiero transmitir. Y no es que no sea correcto o no sea importante. Lo es. Queremos que nuestros niños se lleven la Palabra de Dios en sus mentes y corazones. Es la Biblia que es viva, eficaz y lleva fruto.
Sin embargo, a veces, me he dado cuenta de que he dejado de lado la idea de que el Evangelio es relacional. ¿Qué significa eso? Dios envió a su hijo a relacionarse con el hombre. Fue a través de la relación personal con sus discípulos que nos reconcilió con Dios (2ªCor.5:18-19). Jesús mostró amor sanando a los enfermos, haciendo milagros, aconsejando, enseñando, comiendo con los pecadores, ejerciendo misericordia. Así, las personas se dieron cuenta de que merecía la pena escucharle y seguirle.
Se conoce a los niños
A través de las relaciones con los niños, les vamos conociendo. ¿Qué les gusta hacer? ¿Cuál es su comida favorita? ¿Qué deporte disfrutan más? ¿Tienen hermanos? ¿Cómo es su familia? ¿A qué curso del colegio van? ¿Qué asignatura se les da mejor?
Como personas, es importante sentirse escuchado. ¿Soy consciente de que mis niños necesitan ser escuchados y no solo escuchar? Es aceptación. Uno se siente valorado cuando alguien centra su atención en lo que dice. De la misma manera sucede con los niños. A veces sus padres no tienen tiempo para prestarles. En el colegio hay demasiados alumnos para que el maestro atienda a uno sobre los demás.
¿Qué hago yo? ¿Me importa lo suficiente como para parar un momento y escuchar lo que me quiere contar? A veces es posible que no sea nada trascendente, pero se va aprendiendo de él. Y entre sus muchas palabras, además, puede que llegues a enterarte de algo que le está pasando. Así serás más capaz de echarle una mano, ayudarle desde el lugar en el que está. Ese es nuestro propósito: ser capaces de acercarnos donde ellos están y llevarlos a los pies de Jesús.
Te mantiene en perspectiva
Pasando tiempo con ellos, jugando de vez en cuando, hablando, te recuerda que no estás a un nivel por encima de ellos. Sin darnos cuenta, a través de nuestras acciones, tendemos a transmitir distancia: tú, allí; yo, aquí. Esta perspectiva no facilita que los niños confíen en nosotros.
Por el contrario, si mantenemos una relación con ellos a un nivel de igualdad, les mostramos cariño y amor. Los niños reconocen este interés sincero hacia ellos, no como una obligación; y más tarde, este reconocimiento se mostrará en aceptación durante las clases o actividades, mayor obediencia y más participación. Porque en cierta manera, te has ganado el ser escuchado.
El hecho de que los niños se aprendan este o aquel versículo de la Biblia no es el objetivo principal, que también es importante; sino que vivan y experimenten la verdad que habla el versículo. A través de nuestro comportamiento, conocen la Palabra de Dios de una manera práctica. Podemos invertir horas y horas hablando sobre la necesidad de amar a nuestro prójimo, pero si no se lo demostramos a ellos que los tenemos delante ¿cómo crees que van a tomar nuestras palabras?
Te animo a pasar tiempo con ellos fuera de la actividad. Salúdales a ellos y no solo a sus padres. Felicítales por sus cumpleaños o cuando hayan conseguido algún logro. Pasa tiempo preguntándoles y escuchando lo que tienen que contarte. En resumen, muestra el amor de Dios hacia ellos con hechos. Relaciónate con ellos.
Imagen cortesía de Nacho en Flickr.